
PARA DEMOCRATIZAR A MÉXICO SE REQUIERE DEMÓCRATAS….Y NO LOS TENEMOS.
Por Felipe Guerrero Bojórquez
Para construir la democracia se requieren demócratas, y en este país los elementos de esta especie en extinción se cuentan con los dedos de una mano. Y no haremos referencia ahora a los partidos tradicionales, porque ya sabemos que su articulación indisoluble con el Estado es su razón de ser. El PRI y el PAN, por ejemplo, centran su naturaleza en la verticalidad del ejercicio del poder y, desde ahí, han tomado sus decisiones. Ni la militancia ni la sociedad han tenido voz y determinación en ellas.
Pero MORENA no hace malos quesos e incluso ha ido más allá imponiendo un pragmatismo ramplón sobre los principios que sus dirigentes dicen profesar. Cada vez queda muy claro que una cosa es lo que dicen y otra lo que hacen.
Ya sabemos que MORENA no es un partido, sino un movimiento que se consolidó espontáneamente a partir de ese relato que Andrés Manuel López Obrador expuso durante años al pueblo de México. Y a dos años tres meses de gobierno ni las instituciones del Estado Mexicano están consolidadas en un nuevo espíritu de gobernanza que establezca una marcada diferencia con los pasados regímenes, ni MORENA tiene una estructura consolidada, sino retazos sueltos, sin pies ni cabeza, sólo prendidos de la influencia de un Presidente del que depende aún todo.
Hay dos pruebas contundentes que sostienen la aseveración arriba planteada: En relación a MORENA la democracia brilla por su ausencia. Abren la inscripción a las candidaturas a puestos de elección popular y al mismo tiempo cierran por completo la etapa de las decisiones. Nadie conoce los mecanismos y los criterios de elección, sencillamente porque no existen estructuras regionales que permitan democratizar la parte central de la voluntad militante e incluso ciudadana. Por lo tanto, ante la imposibilidad de que la base opine, todo queda en manos de la cúpula.
Y en relación a las instituciones del Estado, estas siguen intactas, no solo funcionando con los criterios de los pasados regímenes, sino en manos de los que López Obrador prometió combatir. Es cuestión de preguntar en todos los estados del país por la representación federal para darse cuenta que a los pocos delegados que nombraron nadie los conoce, y que la mayoría de los que toman decisiones de frente al ciudadano son los mismos de antes, siguen ahí en sus puestos. ¿Se puede transformar al país hacia un nuevo espíritu manteniendo intacto lo que por muchos años lo impidió? O no saben, o no quieren o no pueden. No hay de otra.
En el caso de Sinaloa, ¿Cómo explicar, por ejemplo, la toma de decisiones en relación a las alianzas y candidaturas de MORENA sino es a través de una visión pragmática que pondera los votos sobre los principios?
Los videos de los desencuentros públicos, con descalificaciones extremas y acusaciones hechas compromiso, entre el Doctor Rubén Rocha, Héctor Melesio Cuén y Luis Guillermo Benítez han corrido profusamente por entre la vorágine de las redes sociales. Claro, hay quienes dicen que se trata de votos, no de principios. Entre ellos se perdonan pero ya hay reacciones claras de muchos ciudadanos que no están dispuestos a perdonarlos, entre ellos militantes del PAS y de MORENA.
Otro ejemplo: de pronto aparece la noticia de que el CEN de MORENA le restituyó sus derechos partidarios al alcalde de Mazatlán, Luis Guillermo Benítez, aunque la causa que provocó la decisión no solo no se ha modificado, sino que se trata de una sentencia firme por violencia política de género dictaminada por el Tribunal Electoral del Estado de Sinaloa. ¿Qué Motivó tal decisión de MORENA? ¿A caso buscará mecanismos para incidir en los tribunales, para presionar, influir ante los magistrados, al estilo de lo que siempre cuestionaron, con tal de sacar adelante un acuerdo polìtico? ¿Y los derechos de la víctima, la Síndico Procuradora Elsa Bojórquez Mascareño? ¿Serán pisoteados en este afán pragmático por sacar adelante acuerdos en lo oscurito?
Morena, sus dirigentes, tienen y deben dar la cara de frente a los señalamientos de militantes y ciudadanos. Abrir el debate y enfrentar con argumentos lo que hasta ahora parece indefendible. Sin duda, la ola de la inconformidad puede crecer, no en sí mismo por establecer alianzas entre partidos, sino por el desaseo terrible que se advierte en la conformación de las mismas y el pragmatismo de suyo grosero que exhibe a una clase política que prometió a la sociedad cambios profundos y una ruptura con las conductas del pasado que han corrompido el ejercicio del poder en el paìs. No, hasta ahora no se ven, no se nota la diferencia de un partido a otro.
Para democratizar a México se necesitan demócratas y, para nuestra desgracia, estamos muy lejos de verlos.