Picota


De un tiempo acá, no han cesado los “escándalos” que han puesto a unos y otros políticos en la picota, en la plaza pública para el escarnio popular por sus supuestas andanzas de corrupción, malversación, cohechos y hasta por desvíos morales. En esa picota se han exhibido ex dirigentes de Pemex, secretarios de Estado, gobernadores, candidatos presidenciales, ex mandatarios de la República.

Sus actuaciones han sido juzgadas desde uno de los más comunes tópicos de hoy: “actuaron sin ética ni valores”, se nos repite incesantemente. Qué vergüenza, qué deshonra. Sin duda. Pues nada debería interferir en el derecho de la ciudadanía en juzgar esas conductas públicas. Faltaba más. Pero igual ha de acotarse que ese “juicio”, si en verdad se quiere partir desde la civilidad, debería estar libre de malevolencias y mejor todavía no intentar confundir los tres planos por donde deberían ser valorados y enjuiciados: el legal, el moral y el político.

Confundirlos, mezclarlos e incluso fabricarlos, no abonarían en nada a la civilidad salvo para la permanencia del caos, el prejuicio y el subsecuente desprestigio de la política y su añorada “promesa de libertad”.

Algo de ello sabrá nuestro Presidente. Sin duda. De hecho, en su conferencia mañanera donde presentó la catequizadora Guía Ética para la Transformación de México, aprovechó —quizá por algún desliz del subconsciente— para urgir a la Fiscalía General de la República que sea expedita en “aplicar justicia” en casos como el de Luis Videgaray, señalado en la picota como orquestador de sobornos, peculado y asociación delictuosa. Lo que hay que hacer, dijo nuestro mandatario “que rápido la Fiscalía, lo digo con todo respeto, ya desahogue todos estos casos”.

Qué bien. Sin duda. Pero lo que reconoce, conscientemente o no, es que no hay nada claro sobre el sustento jurídico contra los personajes expuestos. Sabe entonces nuestro Presidente, por mínimo razonamiento, que mezclar juicios a priori por faltas de ética y moral pública a sus contrincantes no necesariamente se corresponden con faltas legales.

Ese enredo coincide con los mensajes cruzados que se dieron en esa mañanera donde, entronizado como máxima autoridad moral, nuestro Presidente presentó la guía para conducirnos por la rectitud civil basada en no mentir ni tergiversar y mucho menos enjuiciar sin sustento. Hasta llegó a advertir a los faltos de ética y corruptos “que pueden redimirse por medio de la reflexión, la educación e incluso con terapia psicológica”. Igual hubo admoniciones para los ciudadanos, a quienes convocó a pedir y ofrecer el perdón, pues “si fuiste víctima de agresión, abuso o violencia que así permitirás la liberación de la culpa”.

Qué bueno que ahora nos vengan a dar misa. A nadie debe caerle mal uno que otro sermón en tiempos de incertidumbre espiritual. Además viene diciembre, el nacimiento del nazareno, la sensibilidad a flor de piel, máximo para cristianos de buenas nuevas como nuestro Presidente. Pero el Estado, esa entidad aparentemente más racional que dogmática, no debería andar de pregonera de chismes, prejuicios y linchamientos.

En teoría, los hechos encausados de los funcionarios expuestos en la picota no consisten solo en faltas de ética sino en un presunto delito. Es decir, que se dejen de sermones y comprueben, enjuicien y castiguen en consonancia con las leyes. Vendría bien andar dejando de manosear a la sufrida Ética para dejar al Derecho, que, de una vez por todas, entre en estos casos y presente sus cargos. So pena, claro, de caer en los avernos del desprestigio y la deshonra de la civilidad. 

@fdelcollado



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