En México, racionalizar la política continúa siendo una aspiración más que una realidad: la disputa por el poder político se hace desde la “grilla”, no desde la política, con acuerdos en lo oscurito y “amarres en corto”; en vez de que con proyectos que públicamente se defiendan para lograr apoyos para su realización. En la “grilla” es la búsqueda del poder por el poder mismo y en beneficio personal; en la política, es acceder a las posiciones donde se toman decisiones vinculantes paras producir bienes públicos. La “grilla es de “operadores” políticos; la política de líderes políticos.
Lamentablemente esta práctica se alienta desde el mismo Estado: la obligación de registrar plataformas electorales es de los partidos, no de sus candidatos. Paradójicamente, los únicos candidatos obligados a registrar una plataforma electoral son los independientes, que si bien afectan la institucionalización de la política, son los que más contribuyen a su racionalización.
Los partidos, en vez de racionalizar la política, la degradan al permitir que haya candidatos sin proyecto o sin programa. Ya electos, la ley les da un año para formular el plan de desarrollo del gobierno que encabezarán. ¡De Ripley!
En el actual proceso electoral casi todos los aspirantes a una alcaldía de la zona metropolitana de Guadalajara, cuando les preguntan en qué municipio van a competir, sin rubor contestan: “no sé; por el que sea. Lo único que sé es que en la boleta electoral de alguno de ellos debo ir” (algunos ni siquiera viven en ese municipio).
Como bien lo hace ver Sergio Elías Gutiérrez (“Primero el Programa” El Norte, 10/11 2020) el último intento por racionalizar el proceso de sucesión del poder en México, se ´frustró en 1975, cuando la propuesta de Reyes Heroles de “Primero el Plan, luego el hombre”, se vino abajo con el “destape” de López Portillo. 45 años después seguimos igual: primero el hombre, luego el plan (si es que lo hay).
Si la autoridad electoral y los partidos exigieran a todos los aspirantes a precandidatos un proyecto político serio, objetivo y viable, de cuya aprobación dependiera otorgarles el registro, se generaría una revolución copernicana en la política de México, ya que el principio sería: Primero el proyecto, luego la candidatura. ¿Hasta cuándo?