La radical postura del presidente de la república en cuanto a que está “prohibido prohibir”, resulta en no pocas veces un contrasentido ya que la cuestión es simple y llanamente saber cuándo y cómo y de qué manera el Estado se convierte en rector o corrector en la aplicación de la ley. La autoridad no se convierte en autoritaria por el simple hecho de “hacer cumplir la ley”, como reza todo texto de promesa y juramento que se hace cuando se asume un puesto público. De manera que, por ejemplo, la salida que dio López Obrador al solicitarle una opinión acerca de la actitud grotesca y descarada, por decir lo menos, del diputado Gerardo Fernández Noroña en la sede del INE, al ser conminado a usar cubrebocas, fue la de señalar que “la libertad está ante todo”. Es decir, cualquiera en aras de la libertad, puede hacer lo que le plazca, como de hecho sucede no solamente en temas de la pandemia sino en los bloqueos de vías de comunicación, toma de casetas, impunidad ante el narcotráfico y tantas cuestiones en las que se prefiere la comodidad del “nada por la fuerza”. Y el ejemplo cunde, tanto que entorpece acciones como las de prevención de una enfermedad que sigue asolando el país con más de cien mil muertos y el “récord” en un solo día de más de 12 mil contagios.
Sin embargo, no todos piensan igual, afortunadamente. El caso de Jalisco ha sido, como se quiera ver, la muestra de un manejo diferente y una actitud distinta -a veces para bien, a veces para no tanto-, inclusive para intentar superar los graves problemas económicos sobre todo que entraña el confinamiento y la reducción o hasta anulación de toda concentración de ciudadanos. Hay que admitir que en ocasiones es necesario ir reabriendo actividades que implican determinados riesgos. En días pasados y a propósito de un partido de fútbol, por vez primera en ocho meses se reabrió el estadio de las Chivas a un número limitado de ciudadanos. Llovieron críticas ya que desde luego el antecedente inmediato fue un “botón rojo” que se activó para reducir contagios y fueron cancelados actos masivos como la romería anual a Zapopan, además de que siguen sin resolverse muchas actividades hasta la fecha detenidas, incluyendo las escolares. Abrir el estadio fue, a fin de cuentas, una fenomenal prueba con muchas incógnitas y hasta advertencias severas como la que provino de quien dice estar a cargo del control de la epidemia en el país. La sorpresa es que no pasó prácticamente nada, se siguieron estrictos protocolos, los aficionados se comportaron debidamente, no existieron concentraciones masivas de personas, hubo pruebas rápidas en el lugar, sin alcohol ni alimentos y acaso algunas molestias como las provocadas por las dificultades del muy lento único acceso en auto a la zona del estadio. El experimento, hay que decirlo, funcionó bien y algunos pensamos que se corren más riesgos cotidianos en la calle, en un supermercado, en un restaurante, ya no digamos en el transporte público del cual no se sigue protocolo alguno.
Esto es lo que nos lleva a pensar que no nos queda sino pensar en nuevas fórmulas para reencontrar el camino hacia una nueva realidad. La aplicación de vacunas está, dicen, relativamente cerca pero no se vislumbra que muchas cosas cambien repentina o prontamente por ello. Habrá que esperar pues algo de tiempo todavía, de manera que ojalá y se puedan ir revisando caso por caso varios temas entre los que debe destacar la posibilidad del retorno gradual y cauteloso a las aulas escolares. De suyo, valdría la pena asomarse a naciones, como en Europa, y que siguen en forma mucho más enérgica los lineamientos preventivos, las clases operan ya casi normalmente, si existen rebrotes se actúa de manera regional y lo demás sigue su rumbo. Y lo mismo debería pasar en muchas más actividades económicas y sociales. Empero, no es posible perder el control porque el abuso de las reaperturas -como ha pasado en antros, bares y cervecerías-, no conduce a esa reactivación prudente que se busca. Donde haya desvíos, habría que aplicar sanciones e incluso medidas más enérgicas que las habituales. Todo esto no será posible sin la instrucción clara y directa a cada sector de la población.
Prohibir o no prohibir no es cuestión de retóricas ni de posicionamientos políticos. Prohibido prohibir es renunciar al ejercicio de cumplimentar leyes u ordenamientos, es simplemente permitir la anarquía, los desmanes y hasta el delito impune. Se debe aprender de la experiencia en nuestro caso, no cerrarnos a las opciones de recuperación pero no dar tregua a los abusos, a la demagogia ni espacio a quienes buscan usufructos de otro tipo en medio de una tragedia.
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