La dirigencia ideológica del movimiento de regeneración, por vía de Pedro Miguel, explicó hace unos días a sus “queridos amigos académicos” que no tienen intención de perjudicarlos, pero sí quitarles algunos privilegios. Porque un profesor de la UNAM con treinta años de antigüedad gana seis veces más que el promedio del país —y eso es inaceptable. Dijo que, así explicado, a los amigos académicos “les cayó el veinte”. Desde luego, serán sólo las universidades públicas las que se regeneren, y dejen de tener maestros privilegiados: es una suerte que les haya caído el veinte.
Nadie debería sorprenderse. El proyecto de educación superior del regeneracionismo es indudable, está a la vista, en las Universidades para el Bienestar Benito Juárez. Según el diagnóstico de la SEP, cada año quedan fuera del sistema de educación superior 250 mil jóvenes. Para atender ese problema se han creado 140 Universidades para el Bienestar, que en conjunto atenderán a 28 mil alumnos: no es suficiente, pero al ritmo que va, las mil 250 que faltan pueden muy bien terminarse en el primer sexenio de la regeneración. Según el secretario Moctezuma, las UBBJ para empezar consiguen o conseguirán el “rechazo cero”. Pero además, como ha explicado el subsecretario Concheiro, llevan la universidad a los municipios con menos recursos para que los jóvenes no se vean obligados a migrar (por cierto, me gustaría saber qué porcentaje de quienes tuvieron que emigrar se arrepiente de haberlo hecho: ayudaría a valorar mejor el esfuerzo).
En conjunto, los centros reúnen en promedio a 200 estudiantes, y tiene cada uno seis profesores (uno de ellos, profesor de lengua originaria). No corresponde exactamente a lo que uno pensaría que es una universidad, pero la economía es notable. Y a lo mejor el problema está en llamarlas universidades. Imagino que obedece a un prejuicio contra la educación técnica, y a la ilusión de que la movilidad social depende de los títulos, de modo que basta con construir un edificio y repartir papeles que digan “Licenciado”.
En rueda de prensa preguntaron a la directora, Raquel Sosa, por vínculos internacionales, intercambios, la enseñanza del inglés. La respuesta disimulaba mal el enojo: “nos importa principalmente que conozcan y amen nuestro país… en el caso de la lengua nuestra prioridad total es el idioma originario… resultados profundos, inmediatos, duraderos y en beneficio de las comunidades serán los aprendizajes en lenguas originarias”. Porque el propósito es que “no se les tenga que generar el empleo en otra parte, sino en la propia comunidad… que las propias comunidades sean generadoras de opciones de trabajo”. La idea no es mala, si lo que quieren los estudiantes es quedarse en la comunidad. No está claro cómo podrá tener empleo en Metlatónoc la segunda generación de ingenieros en procesos agroalimentarios, o cómo se colocarán los 200 licenciados en Música de Playa Vicente. Pero, insisto, la idea no es mala: pensó algo muy parecido hace siglos don Vasco de Quiroga.
La directora comenzó la rueda de prensa presentando una canción de Mercedes Sosa, al grito de: ¡vivan los estudiantes! A lo mejor hay una clave en eso.