Sentido común


Señalas, te ríes, te burlas de aquellas madres que no son capaces de cuidar de sus hijos como tú si puedes hacerlo. 

Si te señalan la misoginia de tu actitud apelarás al «sentido común» que es el menos común de los sentidos.

Por sentido común tú buscas alimentos orgánicos en el súper. Escribes sin faltas de ortografía y links de Amazon sobre cuál autoasiento seguro comprar para tu bebé en grupos de mamás informadas. 

De ésas que aunque no tengan millones en el banco tienen el privilegio de saberse merecedoras de una mejor vida para ellas y sus crías.

Por sentido común tú vas a terapia. Por sentido común tu esposo trabaja para que tú y tu bebé puedan quedarse en casa juntos. Tu sentido común de niña que creció con una casa de varios cuartos y tres comidas al día. 

De persona que tuvo acceso al pensamiento crítico porque tu mente no estaba ocupada día y noche tratando de procesar abusos y violencia o medios para conseguir comida para ti y tus hermanitos pequeños.

El sentido común de la niña de dieciséis años que parió a los quince es darle unas probaditas del Gerber que venden en la tienda en $15 pesos, porque ha visto en la tele que eso hacen las buenas madres y a ella, su abuelita la crió así. 

Y ella ama a su abuelita, porque fue quien la recibió cuando su padrastro la golpeaba de bebé y su mamá no la defendió. Tiene una deuda de lealtad con su abuelita.

Así que si su abuelita le dice que hay que sobar al bebé, darle tecitos, raparla, caminarla, lo hace. 

Porque ella sabe más que ella y ella las ama a las dos y les permite seguir viviendo en su casa aunque a veces se enoje porque no alcanza ni para la leche de la niña.

A veces a ella le duele mucho hacer lo que su abuelita dice, como cuando hay que dejar a la bebé en el corralito que le regaló la vecina, aunque llore, porque hay que lavar la ropa y barrer y tener todo limpio y la bebé debe acostumbrarse. 

No debe embracilarse. Pero ella obedece porque su abue sabe más y las quiere a las dos. Ella quiere ser una buena madre como su abue.

Y saben, ella no puede ir al psicólogo. No sabe que lo necesita. No sabe que hay mejores maneras de criar. Es más, no sabe si hay mejores maneras de vivir.

Jamás ha entrado a una Plaza Comercial porque cree que cobran la entrada o no sabe si la vayan a expulsar. Por fea, por pobre, por prieta. Mejor no se expone.

Y ahí en el barrio la conocen como Kimberly. Porque cuando su madre la parió (ese poco tiempo que fue feliz con la idea de una familia como en la tele), confiando que alguien se haría cargo de ella y la bebé, sintiendo que por fin sería amada y cuidada, le quiso poner el nombre de una blanca. 

De una güerita que salía en el personaje de la rica de la novela a quien nada le faltaba.

Algo así como cuando yo deseé llamarme Andrea, cuando era niña, porque mi mejor amiga así se llamaba y era rubia y rica, y creía que por eso sus papás la querían.

Y a ella le gusta su nombre. Ella también le puso un nombre especial a su bebé, uno con el que, cree, no podrán negarle entrada a la lujosa Plaza comercial, cuando sea mayor.

Ella no sabe casi nada de tener un bebé. Su novio de la secundaria la abandonó porque los papás de él creían que el bebé no era suyo. 

Así que se quedó a vivir con su abuelita y viven de la pensión de ella y de lo que a veces logra sacar de vender las cositas usadas de su bebé en Facebook.

Ella considera que su bebé es una bendición porque no se le planteó jamás la posibilidad de renunciar a tenerlo. Esas cosas son del diablo, de mujeres perdidas, diría su abue.

Un día hicieron el esfuerzo y volvieron de la fayuca con un andador usado. Por fin su bebé tenía algo lindo. Algo suyo, algo que se merece tener. ¿Y saben que hizo?

Corrió a subir la foto al Facebook, para que sus amigas de la secundaria vieran que puede comprarle cositas a su bebé, y que es feliz, aunque muchas veces quisiera poder escaparse a convivir con ellos en la esquina de la estética de la cuadra, pero no va porque se siente gorda y fea; y además ahí está la que dicen es la nueva novia del papá de la niña y dicen que la anda queriendo golpear por mentirosa, por andar diciendo que la niña es del Brayan.

Agradezco que Kimberly no sepa que alguien tomó su foto de su perfil; que la pasó a una página en la que se burlan de mujeres-niñas/madre como ella y muchas otras mujeres que pudieron denunciar esa publicación por acoso y violencia abonaron a los insultos y las burlas, desde su privilegio y el desconocimiento de otras realidades…

Con ausencia absoluta de sentido común.



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