Es un momento especial para las mujeres, específicamente por temas electorales. Mientras Estados Unidos se prepara para la primera mujer vicepresidenta en su historia, en México el Instituto Nacional Electoral establece la paridad de género para las elecciones del 2021.
Leo en algunos espacios de columna y opinión que hay partidos políticos que buscan “cooptar” a los afiliados de partidos políticos que no están de acuerdo que la candidata en su municipio sea una mujer. ¿De verdad es tan aberrante tener una mujer candidata? ¿Tanto como para que algunos abandonen el barco?
La participación de la mujer en la vida pública e incluso profesional, nunca ha sido sencilla. Cuando a alguna se le otorga un papel de mando, se le somete al cuestionamiento inmediato, no solo de capacidad profesional e intelectual, sino también de calidad moral.
¿Qué se vive a diario desde este lado de la equidad? Primero, la acusación de que se llegó a una posición por se es la “noviecita” de alguien (dicho en el término más decente); a que te llamen por tu estado civil (señora, señorita), en lugar de tu encargo o grado académico, aún y cuando las referencias se realicen en el ámbito y referencia de la vida pública. Que levante la mano quien haya escuchado: “este señor llegó ahí porque es el querido de una funcionaria”. Adorno, tapadera, “señora que no tiene nada qué hacer ahí” son otros de los calificativos, que en redes sociales vienen por parte de otras mujeres (en el supuesto de que se trate de usuarias reales). Y también ocurre que por el desempeño (generalmente negativo) de una, se juzgue a todas: “¿para qué quieren poner a una mujer, si ya vieron cómo nos salió la última?”. Se trata de una de las frases comunes, como si la gestión de una sola representara la capacidad de todas, caso que sería inverosímil para los caballeros. Ofrezco una disculpa si el presente texto pareciera feminista. No busca serlo en absoluto. En el mayor de los casos se trata de un desahogo de quienes como mujeres, hemos cometido el agravio de aspirar o trabajar en la administración o vida pública. ¿Qué es lo que queda? No parar, “porque si no paras, llegas”, como diría la próxima Vicepresidenta norteamericana. ¿Qué significa no parar? No permitir que las críticas insulsas, principalmente las realizadas en razón de género, afecten el ánimo; no dejar de estudiar y prepararse, entendiendo que a nosotras se nos exigirá doblemente cumplir con el perfil y las habilidades necesarias; ejercer el mando desde la posición en la que se encuentre, con un alto sentido de la responsabilidad, vocación, fomento a la cooperación y lealtad, así como una visión basada en el bien común. Cuando ellos son los principales tomadores de decisiones, hay que felicitar la audacia en quienes confían en nosotras. Yo lo hago, a cada día.