Yo no olviiiido el año viejo / porque se ha llevado cosas muy bueeeenaaas… con una pequeña variación en la letra, así la tendríamos que cantar: con humor negro y con una alegría a la que no podemos renunciar si es que queremos salvarnos, para despedir -y borrar aunque sea un instante- este 2020… de miedos, dolores, ausencias, silencios y distancias.
Entre ‘las cosas muy buenas’ que se llevó este año, se llevó a Tony Camargo… al gran Tony Camargo… el glorioso Tony Camargo… el continental Tony Camargo.
Todos lo conocemos y lo hemos tenido cerca de nuestras risas y de nuestra fiesta interna, aun cuando para algunos… para la mayoría, quizás, por razones generacionales, su nombre resulte ajeno.
El 5 de agosto se murió… de años. Tenía 94. Oculto entre el humo negro de la pandemia y esa neblina pasajera del olvido. Prodigó, prodiga y seguirá prodigando gozo en gran parte de América Latina, cuando menos durante las últimas horas de cada 31 de diciembre y en las primeras de cada primero de enero, con su imborrable interpretación de ‘El año viejo’. Que todos… to-dos, cantamos abrazados a su voz cada año. Es un fenómeno.
Tony Camargo fue algo así como el Juan Rulfo de la música tropical en el continente: ‘El año viejo’ fue su ‘Pedro Páramo’ y digamos que otras 17 canciones resultaron ‘los cuentos’ de su ‘Llano en llamas’. No necesitó más. Con eso tuvo. Con eso tuvimos.
¡Qué bárbaro! Qué sabroso cantaba… qué sencillez con una picardía natural. Ah y qué arreglos… éstos fueron la cereza del pastel. La mayoría, del pianista chiapaneco Rafael de Paz, a quien se le ocurrió, por ejemplo, poner a “Las Tres Conchitas”… las mismas que hacían el coro de la Negrita Cucurumbé a Cri Cri y acá determinaban la consagración de El año viejo con aquello de: “me dejóóó una chivaaaa, una buuurra negraaaa, una yeeegua blancaaaa y una buena suegraaaa”
Si bien en su interpretación, este famosísimo ‘porro’ colombiano -ritmo hermano de la cumbia, pero más cadencioso- terminó siendo una creación inigualable de Tony, el autor original fue Crescencio Salcedo… un humilde campesino colombiano, autodidacta y analbafeta, que caminaba descalzo “para no perder el contacto con la Madre Tierra” y vivió de vender flautas que él mismo fabricaba, en un puesto callejero de Medellín. Exactamente igual de Tony, millonario en cariño… en el conocimiento popular, y que murió en la extrema pobreza económica. ‘Parajodas’ de la vida.
Tony se trajo de una larga estancia en Venezuela, El año viejo, la Bandolera, la Llorona Loca, Hay un hombre aparecido, y otras muchas composiciones colombianas. Se grabó el disco en 1953. En la mancuerna musical que hizo con Rafael de Paz, surgió el primer sonido que hoy tiene la cumbia mexicana.
De ahí la importancia, más allá de la sabrosura, en la figura de Tony Camargo. Pero no sólo eso… por si fuera poco, investigadores de República Dominicana, como el escritor y músico Ramón Glass, han documentado que Camargo fue el primer mexicano en grabar un merengue: ‘El negrito del batey’, del dominicano Medardo Guzmán: A mí me llaman el negrito del batey / porque el trabajo para mí es un enemigo / el trabajar yo se lo dejo todo al buey / porque el trabajo lo hizo Dios como castigoooo’.
Cantar estaba en el ADN de Tony Camargo, que nació en Guadalajara (1926) donde sus padres de eso vivían: de cantar en las carpas tapatías. Cuando aquél tenía dos años de edad, se mudaron al DF y consiguieron empleo como cuidadores del Rívoli… un cine de barrio y teatro en la colonia Santa María la Ribera, donde Tony pasó de la niñez a la adolescencia limpiando las butacas entre función y función… conociendo de cerca a los grandes artistas que ahí se presentaban: Agustín Lara, Juan Arvizu, Toña La Negra, etc. De modo que los 16 años ya estaba lo suficientemente curtido como para debutar en el cabaret ‘La Conga’. Ahí y lo vieron… y a una orquesta y a otra y al radio y a las giras internacionales (se convirtió en el primer sonero mexicano de exportación) y a los pocos LP’s. Tres nada más. Y un CD, reciente.
Nacieron dos hijos de un primer matrimonio. Luego en segundas nupcias con una joven mujer yucateca, tuvo a su hija Julia Antonieta, que murió en 1973 con apenas dos años de edad. El más duro golpe en su vida. Esa insuperable tragedia los unió para siempre. Se mudaron a Mérida a finales de los años 80, donde él vivió muy humildemente, pero feliz. Cantando primero con la orquesta de la policía y luego hasta el final con la del ayuntamiento. Querido y venerado en Yucatán, como lo que era: una leyenda, acrecentada por esos giros inexplicables que a veces da la vida.
Todos los locos que fuimos a buscarlo, lo encontramos cantando los martes con la orquesta del ayuntamiento en la Plaza Santiago y los jueves en la Plaza Santa Lucía. Lo que se decía de él, era cierto.
La mayoría no hicimos sino disfrutarlo. Otros, algo más… como el caricaturista Efrén Maldonado (“Efrén”)… tonycamargófilo de grado, quien se ocupó de regresarlo a los estudios de grabación en 2010 y de producirle el disco ‘Eclipse’ -con una docena de boleros- para con ello, devolverlo otro rato a la vida.
Contaba Tony que desde 2009 dejó de percibir regalías regulares que le pagaba la disquera (… sería la editora). De la Asociación Nacional de Intérpretes le caía algún cheque de 800 pesos de vez en vez y recibía 2 mil pesos mensuales que le pasaba como jubilación el ayuntamiento; con eso, ya en la viudez, alcanzaba para que comieran él y sus tres perros. Insuficientes ingresos para cualquiera. No para él, que no encontró en el dinero la finalidad de su existencia. Otra habrá sido.
Circulan muy pocas grabaciones originales de Tony Camargo… cuarenta y algo, cincuenta y pocas. Él decía haber grabado “unas mil” y que la RCA habría ‘enlatado’ 950. Y yo digo que no pasa nada si le creemos. Total, nunca lo vamos a saber.
Lo cierto es que nos quedaron, inmortales (se las dejo de tarea): La pastora, La bandolera, La engañadora, Hay un hombre aparecido, Baila Vicente, Playa blanca, su versión de A Tabasco y una divertidísima y siempre vigente en tiempos electorales: El partido por la mitad.
En el camino, realizó temporadas con la orquesta de Pérez Prado. Compartió escenario con Wello Rivas o con Luis Arcaraz. Le hacía coros en las grabaciones de discos a sus cuates… a Celia Cruz, a Julio Jaramillo, a José Antonio Méndez, a Celio González. Ah! y al inmenso Benny Moré… en el tema ‘Bonito y sabroso’, entro otros. Y siendo quien era ‘el Bárbaro del Ritmo’ ¡le hizo ‘la segunda’! en un par de boleros que son una joya: ‘Esta noche, corazón’ y ‘Sin razón ni justicia’. Hay que conocerlos. Tener al par de monstruos ‘echando pin pon’, es algo suculento.
Tony Camargo era un hombre sencillo. Vivía en la casa más modesta de la calle más modesta de la ciudad más hermosa. Siempre tuvo pánico escénico… y decía que dormía con el radio encendido. Es de suponerse que le diera miedo el silencio. A él, que le daba sonido a la vida.