Es la ironía un filtro para desenmascarar la realidad? La literatura es un asunto muy serio (pongamos cara de formalidad) y muy divertida. Descubrir las minucias reveladoras de la condición humana, es como poner un zoom en el ojo y mirarnos amplificados en nuestras manías, gustos, fobias.
Los personajes de las novelas cuentan la historia, entran sigilosamente a los pasillos y sótanos de carne y hueso, más allá del amor, la muerte, la intriga o los secretos de alcobas, templos, familias. Lo que aparentemente es vetado para el historiador y, sin embargo, debe conocer la historicidad de los hechos, para analizar y reflexionar periféricamente y a profundidad el acontecimiento de estudio. Así la literatura y la historia van juntas, indivisibles porque las manifestaciones artísticas como un volcán estallan en momentos históricos.
La Revolución Mexicana, primer movimiento armado del siglo XX, también inaugura el género revolucionario, incluye las novelas que se escriben en plena efervescencia, entre cerros, máusers, carabinas y corridos; y las que surgen más tarde, incluso cuando se han cimentado las bases, de un México moderno.
“Andrés Pérez, maderista” se publica en 1911 y a más de 100 años de darse a conocer, tiene la vigencia de una luna de octubre. Su autor: Mariano Azuela quiso sacudir con su escritura sus propios empeños revolucionarios.
Su personaje principal es un reporter, que cambia de ropaje según las circunstancias políticas, va del traje, al overol de mezclilla, otras veces a pantalones caquis con sombrero. ¿Le suena familiar la escena? Inicia en la Ciudad de México, leyendo una noticia que describe la grandeza que dará la inversión del Teatro Principal y el salario de los jornaleros.
Utiliza el contraste para acentuar la ironía, nos cuenta de manera amena, jocosa la transformación de un periodista, intelectual, citadino a un personaje revolucionario. Aparecen breves episodios con un discurso directo, en varios planos: un retrato social, las ideas sobre el atavismo y la herencia frente al Yo, y el amor. Exhibe a los enemigos de Madero y a los oportunistas que pueden ser, de todos los tiempos.
“Andrés Pérez, maderista” parece una novela ligera, sin embargo su peso es prosódico, crítico de los hombres que siempre le han fallado a doña Justicia y a México. Si un texto te hace sonreír, no lo desprecies, el humor es verdaderamente, un asunto serio. Carpe diem. LO. _