Los niños que acuden a los Boy Scouts se alejan del sitio al mediodía en tanto que ciclistas solos o peatones en parejas apenas circulan por las plazas de Lerdo buscando el cobijo de los árboles.
Las personas sin empleo escarban los basureros públicos en tanto algunas madres deciden darle vuelta a la plaza con sus pequeños y con confianza, tomar agua en los bebederos públicos. Carlos, me dice que es maestro jubilado al observarme tomar fotografías. Y sentencia: “Mira, pintan y limpian y los muchachos vienen y rayan todo. No podemos tener algo bonito porque no cuidan”.
Al preguntarle si extraña la cercanía o contacto humano, se aleja para evitar la entrevista. Pero lo hace bailando y dice que antes los viejos tomaban la plaza para bailar y platicar, todo al mismo tiempo y de cachechito.
Con los últimos desplazamientos de bailarín y la voz que se hace pequeña conforme crece la distancia, refirió que en realidad le preocupan otras cosas, por ejemplo, su pensión y el sustento diario.
De acuerdo a las autoridades municipales, respetando las medidas sanitarias dictadas por el gobierno federal, en el municipio no se ha dispuesto abrir ningún museo para evitar las aglomeraciones en dichos espacios públicos, en particular durante los fines de semana.
Así lo primero que se observa al entrar a Lerdo por el bulevar Miguel Alemán es el Museo Francisco Sarabia cerrado, situación que se vuelve entendible ahora que la región retoma el semáforo en naranja para Torreón ante el incremento de casos de contagio por covid-19, ciudad donde ya se abrieron los recintos culturales,
Dentro de casa
José Guadalupe Macías, director de Arte y Cultura, indicó en ese sentido que las actividades presenciales para niños y jóvenes que acuden para tomar clases de música, artes plásticas o danza, han quedado en la virtualidad para respetar las medidas sanitarias y promover la sana distancia.
Pero para la población en general aún resulta atractivo llegar a la cabecera municipal y hacer algunas compras, cortarse el cabello, platicar un rato, pasear por los jardines públicos y tomarse una nieve. Para los jóvenes el ver a los amigos y pasear en bicicleta o hacer algún deporte resulta necesario, por lo cual, aunque poca, se observa la afluencia en los parques y plazuelas.
No es casual que entonces se observe a las mujeres realizando el ejercicio antiguo de conversar en una esquina, preguntar por la familia, pasarse algunos consejos de cocina y ofertas del supermercado, y despedirse de beso… aunque sea con el cubrebocas puesto.
Nuevas generaciones
Los jóvenes por su parte no evitarán las comparaciones. La pandemia a todos los ha dejado agotados y en algunos casos obesos porque el encierro cansa y el refrigerador está al alcance al igual que las pantallas con sistemas de televisión por paga y los dispositivos con Wi-fi, que, juntos, resultan una pésima combinación.
Así los muchachos más allá de preguntar si se ven un poco más tristes dirán: “Si no me hablas no te reconozco… lo digo por el cubrebocas”. Y luego entonces sí se dejará escuchar que han pasado unos años, que han aumentado algunos kilos, pero que no han perdido aún el cabello y los siguen reconociendo las ex novias sino hacer caras de espanto.
Si bien el temor a la pandemia por momentos se matiza y hay quienes no han dejado de salir para llevara el sustento a sus hogares, habrá otras personas que pasearán a los perros portando siempre su cubrebocas.
RCM