Más allá de lo que todos sabemos… ¡qué bien escribía Chespirito! Un chiste para la tele o sobre el misterio de la muerte:
«Yo, con mi libre albedrío / me atrevo a decir, Dios mío, / que debe haber un error y, perdóname, Señor / si con esto te incomodo. / Sin embargo, de algún modo / te lo tengo que decir: / ¡No me vayas a salir / … con que aquí se acaba todo!»
Mucho se hablará de él esta semana, al estarse cumpliendo los 50 años de la primera emisión de su programa, salido al aire el 14 de octubre de 1970. Y por lo tanto, habrá quien se ocupe de esos detalles.
Más allá de sus virtudes públicas como guionista y comediante, tuvo como mayor don, el dominio del idioma español. Traía mucho bagaje. A los que hablan de su humor fácil, es posible que les haya dedicado estos versos:
«Quien tiene como recurso / facilidad de palabra / provechosamente labra / los terrenos del discurso. / No obstante, yo, al transcurso / de los años, hoy sentencio / que admiro y reverencio / con mayor solicitud / a quien tiene por virtud / … facilidad de silencio»
Su ingenio, la creación de situaciones y su inagotable capacidad de trabajo frente a una máquina de escribir, se cuecen aparte. Ni qué decir de la intencionada psicología de sus personajes… el miedo en el «Chapulín Colorado» y la feliz emoción por todo de un «Chavo» optimista, que carecía de todo.
¿Qué cosa dices que dices que dijiste?; para qué te digo que no si sí; yo como digo una cosa digo la otra; claro que por supuesto que desde luego que sí; es que tu careces de mucha falta de inexperiencia; tómenlo por el lado amable; que no panda el cínico. Pues al cabo que ni quería.
El revoltijo de refranes, cual sabiduría popular, también podía tener algo más de malicia por parte del Chapulín, para ese público alburero de las cantinas: «Cría cuervos y tendrás cuervitos… pero cría burros y esos sí te sacarán los ojos». Chulada.
Era un deleite escucharlo hablar en corto y quienes gozaron de ese privilegio, no me dejarán mentir. Bajito, de manos pequeñas, sencillo en su vestir y en su conversación. Sin embargo, cada cosa que contaba, lo iba descifrando a sí mismo… por ejemplo, de los campeonatos de box que con su 1.60 de estatura enfrentó en su juventud, cual ‘peso mosca’: «Yo casi siempre ganaba, no porque fuera el más fuerte… sino porque era el que estaba más enojado de los dos».
Extremadamente cerebral y aficionado a las matemáticas, hasta el final de sus días conservó como juego personal una rara manía: todo el tiempo estaba contando lo que tenía a la vista… los escalones al subirlos, los mosaicos del piso o de una pared, a las personas en un restaurante, los estantes de una librería o los focos de un candil.
Hombre de cultura musical, supo lo que hizo cuando tomó el arreglo a una marcha de Beethoven, para ‘jingle’ permanente de su programa. Y para que se lo sepan, es el autor de la letra del bolero ‘Cerezo Rosa’ (‘En el jardín de los cere-e-zoos, cortaste niña aquella flooor…’) máximo éxito en 1954 de Los Tecolines y tras lo cual Pérez Prado convirtió el tema en un mambo sabrosísimo.
A mediados-finales de los años 90, Gómez Bolaños compuso «Tengo todo contigo» que grabó «El Cuervo» para ‘La Dueña’ y otra canción muy bonita… ‘Alguna vez tendremos alas’, que cantaba Carlos Cuevas. Ambas telenovelas, con dirección de su hijo Roberto Gómez Fernández y producidas por Florinda Meza.
Se montaron tres de las únicas seis obras de teatro que escribió. ‘Silencio, recámara, acción’ en 1967, para Viruta y Capulina, de quienes fue mucho tiempo su guionista. En 1984, la comedia musical ‘El Títere’ -versión libre de Pinocho- , en la que cantaba, bailaba tap y de la que compuso todas las canciones que quedaron en un LP.
Desde luego ’11 y 12′, que estuvo en cartelera siete años ininterrumpidos. La había escrito en la década de los 60 para Mauricio Garcés, que nunca la hizo. Y ya alejado de la televisión, Chespirito tomó el papel principal entre 1992 y 1999, con Ramiro «El Pollo» Jiménez y su hijo Pablo haciendo empresa en el Teatro Libanés, circulando por todo el país y recorriendo más de 30 teatros en Latinoamérica.
Ramón Valdés era su cómico preferido. Y le adoraba a Chaplin, claro… pero el recientemente fallecido Quino, el autor de Mafalda, era su ídolo. Increíble, nunca se conocieron personalmente. Pero como él, valoraba y ejercía el código del humor, la inteligencia y el control absoluto de las palabras. Así escribía Chespirito de los trabajadores de las minas… con conciencia social, con compromiso:
«Te vas a morir minero… / terminó el pequeño y triste / tiempo en que sólo fuiste /morador de un agujero. / Se puede expresar, empero, / una sentencia segura / que en tu morada futura / no habrá mucha diferencia. / Pues la mina fue en esencia / tu primera sepultura./
Quiso el amargo destino / que al perforar socavones / fueran tus mismos pulmones / morada del asesino. / Polvo caro, polvo fino / … polvo malo, polvo artero. / Y vas a morir minero / sin saber que quién te mata / es el polvo de la plata/ … que nunca fue tu dinero.»
Este duro poema… «Minero» puede ser que disipe cualquier duda sobre la verdadera dimensión de Roberto Gómez Bolaños… y de su principal personaje. Él mismo.
Fue sin querer queriendo.