En el argot del boxeo se dice que un boxeador está “contra las cuerdas” después de un largo agotamiento en el que el cuerpo del combatiente pierde fuerza y ya no es capaz de reaccionar ante los ataques del contrincante. En una posición tan vulnerable, es fácil que quien lleve la ventaja pueda asestar el knock out, el golpe final. En materia de seguridad, parece que esa es la situación de nuestro país, que retrocede cediendo espacios, mostrándose vulnerable e incapaz frente a los agravios del enemigo.
Nada ha lastimado más a México que nuestra propia incapacidad de resolver, por la vía de la gobernabilidad y el Estado de derecho, la afrenta de los grupos delincuenciales que han sido eficaces y eficientes para sacar adelante su negocio. Sus capacidades de control en el territorio han rebasado a las del Estado, y mientras los homicidios aumentan y la sociedad vive con miedo, la narrativa de los gobiernos incapaces se pierde. Dando lugar a la sospecha de que el crimen organizado no trabaja solo.
Ese tipo de especulaciones parecen confirmarse con la detención en Estados Unidos del general Salvador Cienfuegos -que ojalá sea inocente de los crímenes de los que se le acusa- y son una lamentable demostración del estado en el que se encuentra la lucha nacional contra el narcotráfico. Muertos y desaparecidos que se cuentan por miles; guardias nacionales, policías y ejército que no mitigan la violencia; programas que cambian de nombre, pactos y sorprendentes detenciones no logran siquiera emparejar el marcador: nos van ganando y nos van ganando por mucho.
Y nos van ganando porque aun cuando somos más los buenos, estamos fallando para defendernos. Estamos contra las cuerdas, pero eso no nos convierte en una sociedad más empática, más unida y consciente de que el país se nos está yendo de las manos como si de arena se tratase. Nos está ganando la indiferencia justo cuando es neceser que nos importe todo, y ahí, es en donde el crimen sabe cómo y cuándo llegar.
Sin embargo, la detención del general Cienfuegos, no debe ser razón para caer en generalizaciones. Nuestros soldados y las instituciones castrenses son orgullo y sostén de la República, por lo que resta esperar el debido proceso al ex secretario de la Defensa, y evitar convertir esto en una suerte de golpe a las instituciones mexicanas. Puesto que más allá de políticos, partidos y mezquindades, debemos reaccionar, salir de entre las cuerdas, tomar aire, regresar a la pelea, devolver los golpes y prevalecer en medio de este lamentable espectáculo del que todos somos víctimas y también, de alguna forma, cómplices.