Cualquier vecino de la zona metropolitana de Guadalajara ha escuchado una aclamación cuyo origen explicamos aquí de forma satisfactoria pues alude al reconocimiento que hace 199 años el dio el gobierno civil a la frágil y pequeña escultura en pos de la cual cada año una copiosísima cantidad de devotos acompañan en su retorno de la Catedral tapatía a su basílica de Zapopan, pero que esta vez, en el marco de la pandemia del covid 19, lo harán de forma no presencial.
Y como el 15 de septiembre apenas pasado comenzó la cuenta regresiva del bicentenario de ese título, conviene explicar aquí, con datos duros, su significado histórico.
Todo comenzó la mañana del 13 de junio de 1821 en las calles de la villa de San Pedro Tlaquepaque, al tiempo que todos los jefes militares de la Diputación Provincial de Guadalajara, hoy Estado de Jalisco, con el brigadier Pedro Celestino Negrete a la cabeza hicieron público el grito “Rey, religión, independencia y unión”, con el que se adhirieron al Plan de Independencia de la América Septentrional que bajo tales premisas lanzó en Iguala el comandante en jefe de la Nueva España Agustín de Iturbide el 24 de febrero inmediato, convalidando el pacto que él mismo consumó poco antes en Acatempan con el jefe de la insurgencia Vicente Guerrero, para luchar por la hegemonía y emancipación del trono español de la Nueva España.
Y aprovechando la llegada a Guadalajara de su celestial abogada contra las epidemias y descargas eléctricas, para comenzar su recorrido por los templos de la misma, en cortejo arribaron a ella los conjurados, granjeándose de inmediato la voluntad del pueblo que sin la menor oposición avaló la causa y aquellos, posesionándose del Real Palacio, pudieron al día siguiente, 14 de junio, alcanzar la lealtad de todas las corporaciones civiles y eclesiásticas de entonces, salvo el último Intendente, José de la Cruz, que huyó al puerto de San Blas. Así fue como nació México en lo que hoy es Jalisco.
Antes de cumplirse un mes de lo apenas descrito y tomando en cuenta el sentir popular respecto al modo apacible en el que se dio esta transición, el síndico e impresor Urbano Sanromán propuso a los regidores del Ayuntamiento de Guadalajara, el 9 de julio, otorgar a la imagen el título de “Generala de las Armas del Ejército de Nueva Galicia, adornándola con las insignias de bastón y banda” para agradecer a Dios “por la especial protección que por su intervención dispensó a su amante pueblo”.
Aprobada la iniciativa y luego de agotar las gestiones del caso, la ceremonia tuvo lugar el 15 de septiembre siguiente, que es como decir, dos semanas antes del arribo del Ejército Trigarante a la ciudad de México, con las secuelas de las que desde entonces han sobrevenido y ahora nos toca rememorar en la exclamación que dio título a esta columna y en tan señalada fecha, la llevada –virtual esta vez–, de la Virgen de Zapopan a su basílica.